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mundo grúa

poder

(escuchando Keb ‘Mo, keep it simple)

el barrio estaba dividido en pandillas. básicamente, había dos grandes grupos en los que se concentraban casi todos los chicos y chicas, y que estaban enfrentados continuamente, y luego pequeñas asociaciones de pocos miembros, que compartían la filosofía de uno o de otro de los grandes, pero con matices insalvables. todas las pandillas tenían una especie de decálogo, una lista de principios en los que basaban sus acciones. realmente, la lista no era lo importante, ya que los principios variaban en función de la aceptación que tuvieran entre sus miembros y de los problemas que les causaban cuando intentaban ponerlos en práctica en el barrio. lo verdaderamente importante era lo que iba por debajo, las relaciones entre sus miembros y, sobre todo, con los amigos de los miembros. ahí es donde estaba el meollo de la cuestión. porque si una de las dos grandes pandillas conseguía el apoyo de una de las pequeñas, podía conseguir la mayoría suficiente como para ejecutar medidas de fuerza e imponer su propia ley en el barrio. y las pequeñas oscilaban entre sentir simpatía por una u otra, en función de lo que se le prometiera. podía ser el control de las plazas, de los columpios, de los bancos en los que sentarse a beber, cualquier cosa que significara poder. evidentemente, los jefes de las pandillas eran los que se enfrentaban con más asiduidad, protagonizando los más disparatados discursos de insultos que se recuerdan. pero el problema aparecía cuando los que no eran jefes tenían aspiraciones de serlo. porque sus métodos no eran siempre ortodoxos. se sobornaban a los organizadores de las fiestas de verano para que contrataran a este o aquel grupo de música, a los jueces de los concursos de belleza, a los policías para que hicieran la vista gorda a ciertas gamberradas, a los vigilantes de los supermercados… hasta que algún padre descubría los chanchullos. entonces nadie era amigo de nadie. y el declarado culpable, normalmente un cabeza de turco, se pasaba meses castigado, sin salir. era una época en la que o atacabas o te defendías. si el barrio conseguía mejorar o no, daba un poco igual. bueno, más o menos como ahora.

no subestimes el poder del lado oscuro. David Prowse, el imperio contraataca.

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