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cardiología

hadas

(escuchando Carmel, the drum is everything. toma ya recuperación)

el hada se sentó a su lado, sobre la cama. la miró dormir durante unos minutos, hasta que ella misma comenzó a verse seducida por Morfeo. se puso en pie y se acercó a la ventana. con su mano izquierda, se quitó el polvo del ala derecha, e hizo lo contrario con la otra mano. las acarició sin prisa y, al hacerlo, no pudo evitar echarle un último vistazo a la niña que dormía bajo las sábanas, profundamente, como si llevara días sin hacerlo. fue un acto reflejo, pero lo hizo. sabía que no le quedaba mucho tiempo, que aquella niña había crecido y que cualquier día diría aquella terrible frase. y ella desaparecería para siempre. porque estas cosas, las hadas, las saben mucho antes de que suceda. un día, de repente, sienten un pequeño pinchazo en un brazo, o en una pierna, y tendrá la certeza que un niño ha sentido por primera vez que la realidad le golpeaba en la cara y le ganaba el pulso a la imaginación. puede que sólo sea un instante, un regalo sin ilusión, una película sin magia, una partida que duele, pero es el primero de muchos. a partir de entonces, sin razón aparente, la madurez se impone sobre la niñez, y la sonrisa natural irá desapareciendo paulatinamente, sepultada por la artificial. y el hada irá sintiéndose más cansada, más triste, más polvorienta. perderá el poder para hacer volar y será incapaz de cuidar al niño o la niña que había cuidado hasta entonces. y después, o puede que durante ese proceso, llegará la maldita frase. yo no creo en las hadas. entonces el hada morirá sin hacer ruido, sin que el que hasta ahora había sido su inspiración y su misión, se dé ni cuenta. seguramente, estará sentado en algún bar, con los amigos, vanagloriándose de lo mayores que son.

Paloma: puedo?
Renée: es chocolate negro.
Paloma: ya lo he visto, gracias. me pregunto que es lo bueno del chocolate, la sustancia en sí misma o la técnica de la muela que lo tritura? yo, lo que prefiero es que se derrita en la lengua.
Renée: en verdad, cambiar de masticarlo a otra técnica es como… degustar un nuevo manjar.

Garance Le Guillermic & Josiane Balasko, el erizo.

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