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mundo grúa

cabos

(escuchando Miles Davis, kind of blue. hay días que merecen un clásico)

veinte días de yeso por culpa de la incompatibilidad de los gatos y las motos después, uno se siente mucho mejor. aunque vaya cojeando, aunque no pueda saltar ni aplicar maravillosos pasos de baile a sus estados de ánimo. de momento, seguimos operativos. y, por supuesto, pedimos disculpas a todos aquellos que hayan podido pensar que habíamos abandonado este experimento que ya va por los montones de años (y sin patrocinio ninguno, oiga).

en la cadena de montaje, el obrero giraba la llave una y otra vez, sin pensar en la razón. hacía su trabajo y punto. por la cinta transportadora, iban apareciendo piezas una tras otra, una cada cinco segundos. todas tenían, en la parte superior, una tuerca enorme, negra, que esperaba ser apretada por una llave inglesa. y él era esa llave. hasta que le sustituyeran, claro. porque la suya era una de las pocas fábricas en las que todavía se usaban obreros para apretar las tuercas. en el resto, la mano de obra se había sustituido por una máquina que hacía su trabajo mucho más deprisa (dos tuercas cada cinco segundos) y sin necesidad de masajes en los brazos cada semana. es más, ni siquiera tenían que parar la producción para dormir. las fábricas no paraban nunca. aunque no hubiera a quién vender las piezas. porque el mercado había caído en picado. y, de las doce fábricas que había en la región, ya sólo quedaban tres. y dos de ellas, funcionaban por tracción mecánica. su trabajo tenía los días contados. eso lo sabía, pero tampoco había muchos más sitios a los que ir. así que hacía su trabajo. hasta que se dio cuenta de que su sustitución iba a ser inminente. fue de casualidad, atando el fragmento de una conversación allí y otra allí. la conclusión fue un mazazo en el estómago. al terminar el turno, salió de la fábrica cabizbajo, pensativo, malhumorado, dolido. las ideas hervían y dolían entre las sienes mientras andaba. eso le llevó a girar a la derecha en lugar de a la izquierda tras la puerta. fue entonces cuando vio el resultado de tu trabajo. las máquinas que salían de aquella cadena de montaje eran básicas, sin ningún atisbo de originalidad, sin pizca de gracia. tantos años trabajando aquí para esto? la pregunta quedó flotando en el aire, acompañada por las nubes de un mes de septiembre a punto de llegar a su fin. no podía ser, nadie se había dado cuenta de ello hasta entonces? era difícil de creer, pero era así. la tristeza se convirtió en rabia, que se transformó en indecisión, de la que nació algo de fuerza, a la que, con miedo, insertó en una pizca de luz. esa noche, trazó el camino más duro que se le ocurrió, y empezó a dibujar los planos de una nueva máquina, llena de curvas y tuercas apretadas a mano. cayó la primera tormenta del otoño.

lo único que puedo decirles a ustedes es que si me hacen una pregunta y no sé la respuesta, les diré directamente que no sé la respuesta, pero también buscaré la forma de encontrarla, y cuando la tenga, se la daré. Will Smith, en busca de la felicidad.

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